He dicho adios a muchos, muchos grandes amigos a los que no podré olvidar nunca pero esta vez, además, se que no voy a encontrar consuelo fácilmente.
Torre (nuestro peque torreventaó, os acordais?) se me ha ido diluyendo entre los dedos como un girón de niebla, igual que ha vivido.
El siempre estaba ahí cuando levantaba la vista, ponía suavemente la cabeza en mi pierna si me veía sentada demasiado tiempo, o me pisaba cuando me oía suspirar o resoplar……A veces me empujaba si le parecía que estaba demasiado tiempo quieta y no me perdonaba un contundente lametón en la cara si me pillaba en la cama después de las ocho.
He perdido la cuenta de las veces que me he sorprendido a mí misma con la mano sobre su cabeza pensando en voz alta, buscando soluciones, tratando de comprender problemas inusuales.
Ayer mismo le llamé dos veces, extrañada de no verle, antes de que Basati me diera un expresivo empujón que me hizo recordar.
Sí, son muchos los perretes que han pasado por mi vida, pero muy poquitos, como Torre, que se van a quedar para siempre, de una u otra forma.
Allá, al otro lado del arcoiris, estoy segura de que percibes la cantidad de amor que te has dejado aquí. Y se muy bien que tú tampoco vas a olvidarte de nosotros.
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