Se ha dormido dulcemente y tranquilo y la pobre Irene tiene ahora que asimilar que su abuelete puñetero, el de los ladridos para entrar en casa, que no para salir, el de los paseos cuando menos se esperaba que se moviera, el del apetito permanente, el de la expresión de adoración cuando la miraba, ya se ha adelantado y la espera al final del arcoiris.
Matu, nos has dado una gran lección de perseverancia, de paciencia y de lucha. Personalmente eres uno de los animales que más me impactó al recogerlo y del que más cosas positivas he ido sacando con la convivencia. Tengo la conciencia tranquila porque se ha hecho por tí absolutamente todo lo humanamente posible y porque Irene ha sabido hacer de tus ultimos tiempos de vida un paraiso en el que has disfrutado todo lo que antes se te negó.
Te vas querido, te quedas recordado. Matu, precioso, hasta siempre.
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