Érase una vez, un día cualquiera en un refugio de Sagunto. Allí, un voluntario trabajaba limpiando y limpiando para que todos los perros sin hogar que allí habitaban estuviesen en las mejores condiciones posibles. Día tras día, se percataba de que había señales de que allí residía un perro más de los que veía. No daba crédito. «¿Dónde está el perro que falta?» Finalmente, el voluntario dejó de pensar en ello, ponía los cuencos de agua, se acostumbró a dejar un cuenco más de comida, por si acaso… y los días transcurrían con las caricias y los juegos habituales con los perros que correteaban cerca y pedían mimos sin cesar. Los días en el refugio eran agradables.
De pronto, llegaron unas deliciosas chuches y el voluntario, salió contento a repartirlas en el chenil misterioso. Se sentó paciente en el suelo, consciente de que no iba a salir de allí con esas delicias y empezó a repartir. Y entonces ocurrió, una preciosa nube de color dorado salió de una de las casetas. Era ese perrito que intuía que estaba por allí pero que nunca se daba a conocer; una perrita, en realidad. Era tan preciosa y su pelaje suave y dorado que la llamó Blondie.
Blondie traía cara triste y mucha curiosidad por lo que el voluntario estaba repartiendo. Se acercó, parecía una perrita de peluche. Se sentó, esperando su turno. Y, cuando le tocó su chuche la cogió con delicadeza y se la comió allí, delante del voluntario. No parecía tener miedo aunque guardaba las distancias, se había acostumbrado a su presencia. El voluntario se dio cuenta de que había conseguido que Blondie superara un miedo importante, su tesón y su paciencia lo habían conseguido. No todos los perros se ven a simple vista. Por fin podía decir que su paso por el refugio había tenido un final feliz. Siguió acudiendo a ayudar a los perretes y nunca olvidó aquel día con Blondie. Y colorín colorado… este cuento aún no se ha acabado.
Blondie ahora sale de su caseta a comer, sale cuando alguien entra en su chenil para ver quién es, incluso se acerca a las personas y se come sus chuches como la princesa de un cuento. Pero su historia todavía no tiene un final feliz. Ahora necesita adopción. Una casa. Amor. Paciencia. Ella, a sus seis años (nació en 2014) sabe que los cuentos de princesas y príncipes no existen. Ha superado demasiados miedos para creer en ellos. Lo que sí podemos mostrar a nuestra princesa Blondie es un final feliz.
Si quieres ganarte un amor incondicional y tienes experiencia con perros miedosos… Ven a conocer a Blondie. Es una nube de azúcar que se lleva bien con cualquier perro, de hecho, le da seguridad poder estar con otros perros.
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